martes, 27 de diciembre de 2011

Rot y Perito Moreno, dos pioneros en la Patagonia

Alberto Schimmer Rot vive entre Punta Arenas y Peulla. En Peulla, una aldea fundada por su familia, emigrantes alemanes, paro a almorzar.
Don Alberto pertenece a una famila de alemanes que a mediados del s. XIX se establecieron en Chile. Forma parte de aquel flujo de europeos alentados a colonizar la Patagonia austral por iniciativa de Vicente Peréz Rosales y el presidente Mont. Dejaron su Europa natal rumbo a los confines de la Patagonia sin saber que se iban a encontrar aunque cargados de ilusiones. Nadie o casi nadie entonces se interesaba por aquel lejano y desconocido sur. Sin embargo ellos, los Rot y otros, confiaron en un proyecto o tal vez un sueño, trabajaron duro y les salió bien. Don Alberto regenta el hotel Peulla y desde hace un par de años, también el Natura. Los edificios miran frente al rio Peulla. Almorzar o pernoctar en el Peulla es casí inevitable para quien viaja entre Petrohue y San Carlos de Bariloche o viceversa. Después de un aguacero ha salido el sol. Los notros y los rododendros que hay en el jardín del antiguo hotel están hermosos. La tierra volcánica del bosque es muy fertil. Estamos en medio de la selva Valdiviana, gran masa verde que abraza la cordillera de los Andes australes, donde cientos de especies de flora endémica como el notro, el milenario alerce, el cohihue o la lenga, gozan de protección gracias a la protección del Parque Nacional Vicente Peréz Rosales. Me siento a la mesa del comedor del nuevo establecimiento, el hotel Natura, y al poco arriba don Alberto. "Jaime, ¿cómo estás? ¿viniste con un grupo?" "Si, solo que ellos ya terminaron de comer. Probablemente estén yendo a las cataratas". Más que cataratas es un gran salto de agua que brota de los más hondo de la selva. Andando apenas lleva veinte minutos. El mozo me trae un pisco sour, coctel chileno pero también conocido en Perú. Don Alberto no toma nada. Bebo en silencio. Don Alberto tiene la vista puesta en la sala. Lo observa todo, sin que se le escape detalle. Es la hora del almuerzo y la sala está al completo. Al poco vuelve el mozo de antes. Me trae una empanada de carne. La pruebo. "¿Está rica?", inquiere Don Alberto. Si, está muy buena, le contesto tras quemarme la boca . "Una vieja receta de mi madre, y ojo; recien salida del horno".

El abuelo de Alberto Schimer Rot, Don Eduardo Rot, fue quien descubriera al viajero y al turista este hermoso paraje. Junto con otro pionero, el celebre Francisco Pascasio - "Perito" - Moreno, abrió el paso de Peulla, el camino que comunica hoy dos de los parques nacionales más importantes de Ámerica Latina; el P.N. Vicente Peréz Rosales, en Chile, y el P.N. Nahuel Huapi, en la Argentina.
El último tramo de navegación lacustre tiene lugar en el lago Todos los Santos. El sol nos acompaña y gracias a este raro fenómeno - los días soleados son la excepción en la Patagonia - el color verde turquesa de sus agua se muestra con todo el vigor. Al pasar frente a la isla Margarita el catamarán aminora la marcha y hace sonar la campana tres veces en señal de reconocimiento a la memoria del fundador de la compañía Turis-Sud, Don Eduardo Rot. En lo alto de la pequeña isla, medio escondida entre un bosquecillo de cipreses, asoma una hermosa casa blanca en estilo racionalista. Guillermo Goicoechea, guia de la empresa Turis-Sud, a quien conozco desde hace años, guarda un asombroso parecido con uno de esos personajes que pintaba El Bosco Alto y espigado. De ojos azul intenso y mirada penetrante.  Los rasgos afilados de su cara quedan algo disimulados gracias a una muy cuidada barba, que con los años se ha tornado algo más que canosa. El hidalgo de La Mancha, que es Gulliermo, señala con gesto elegantemente coreografiado: "Ahí aún vive una hija de Don Alberto. Él mismo suele venir algun que otro fín de semana".
Nuestra embarcación deja atrás la isla y  a medida que lo hace acelera paulatinamente la marcha. Yo sin embargo continuo con la mirada puesta ahí, en la casa, Villa Margarita se llama. Alguien, una mujer, asoma en la terraza que da al jardín. Lleva puesto un vestido floreado, y un pañuelo al estilo Jackie O. y gafas de sol (¿con montura de carey?) le cubren el rostro. En la mano derecha sujeta una copa, puede que de vino blanco. Y un cigarrillo en la otra. Mira hacia la embarcación. Diría que me está observando. ¿Es bella? me pregunto. La distancia que nos separa no me da para medir algo así.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Patagonia, noviembre 2012

Mañana sábado 5 de noviembre viajo a la Patagonia. Mejor dicho, mañana vuelo a Buenos Aires, y, desde BAs, dos días después, volaré a Esquel, en la Patagonia. Será el inicio del viaje de cada otoño. No recuerdo exactamente cuando empecé con estos viajes. Noviembre es més de lluvias y viento en Rio Negro, sin embargo The Weather Channel nos anuncia buen tiempo.

Desde el momento que uno se sube al avión de Aerolineas Argentinas, se situa en Argentina.El vuelo, al ser nocturno y en fín de semana, suele ir lleno. La mayor parte del pasaje la compone ciudadanos de aquel país que regresan a casa. Ya en la cola de embarque te das cuenta. Van cargados de enseres personales. Bolsas de viaje voluminosas. Paquetes demasiados grandes para llevar a bordo pero que de alguna manera - y la complicidad de la tripulación - lograrán subirlos.

viernes, 15 de abril de 2011

"La piscina de los Graff" 1

Las entradas en este espacio, "La Piscina de los Graff", pretenden ser una colección de relatos confeccionados a base de anécdotas y experiencias vividas en Sudáfrica a lo largo de más o menos diez años. Eran tiempos muy diferentes a los ahora. El país ha dado un vuelco. Del ayer y hoy, de todo un poco, hablaré aquí.  

El nombre "La piscina de los Graff" hace referencia a un lugar en Ciudad del Cabo para mi muy entrañable y que visitaba a menudo.

Si bien no escribo con la pretensión de emular a los grandes escritores de viajes me permito al menos fantasear con la idea de que llegue el día que pueda juntar todo este material y darle forma de libro. Ya veremos.

Por último, puesto que esto es un blog, un medio que permite desenvolverse con gran libertad, cabe la posibilidad que algunas de las entradas publicadas experimenten, con el pasar del tiempo, ligeros cambios. Ya se sabe que la memoria es una cosa elástica y muy a menudo esta nos sorprende con cosas nuevas.

En fin, espero os agrade.






En Moullie Point, Cape Town, hay un Café donde sirven un estupendo espresso. Se llama Adesso y es diminuto. El camarero, un joven de aspecto asiático, me sirve un espresso en una tacita blanca con el anagrama de la marca de cafés Illy. El color dorado de la espuma contrasta con el rojo de la taza. Doy un sorbo. El sabor es ligeramente amargo, como a mi me gusta. Lastima que la tacita, realmente minúscula, apenas dé para tres sorbos.

-¿Qué debo? -Le pregunto al camarero mientras este deposita con sumo cuidado una bandeja con cruasanes en un expositor -Dos rand, por favor -, contesta con una sonrisa.

Apuro el café, pago la cuenta y salgo a la calle. Luce el sol - algo no muy habitual en los imprevisibles otoños del Cabo y decido dar un paseo. Echo a andar en dirección Fritz Sonnenberg Road. Al pasar por delante del Club de Golf Metropolitan, observo a través de la alambrada, un grupo de seis ancianos salir del Club House y dirigirse a pie al primer green. Les sigue un caddy negro cargado con una gran bolsa llena de palos. A juzgar en cómo anda, con el cuerpo inclinado hacia un lado, ésta debe pesar lo suyo.



Por detrás de la montaña Lions Head asoman unos amenazadores nubarrones. Sopla un aire frío. En la bolsa llevo una bonita bufanda de seda marrón que alguien me trajo ahora no recuerdo de que país. Me cubro el cuello con ella y aprieto el paso.

Al final de calle, haciendo esquina con el paseo marítimo, donde antes se alzaba un vulgar edificio de apartamentos de la época de los 70s, ahora se hay un esbelto bloque de viviendas de diseño. Luxury is not an optional extra - it's common place, reza una valla publicitaría en la elegante fachada que mira al mar. Completa el anuncio una foto de un apuesto caballero vestido de blanco y que contempla el mar desde el balcón de su estupendo loft.


  Los días en que no hay bruma, como hoy, se alcanza a ver el perfil de la isla de Robben Island. Por unos instantes imagino que estoy ahí, encerrado en una celda, y con la vista puesta en la montaña. Hoy el tiempo amaga con volverse desapacible pero para mi este es el momento más bello del día. La luz gana en matices; los tonos se vuelven suaves y cálidos. La espuma de las olas que rompen en la orilla recuerda a las claras de huevo recién batidas. La silueta de Table Mountain se torna violeta y el manto de nubes que la cubre, rosa. Muy cruel estar ahí, en aquella isla, encerrado en una miserable celda y tener que soportar todas las tardes el mismo espectáculo. La emoción me nubla la vista.

Sigo andando hasta llegar a unas escaleras que bajan a la playa. Al ser una playa casi toda de rocas no es fácil dar con un lugar donde poder instalarse con comodidad. Para acceder al agua hay un viejo paseo de cemento que lleva a una caleta de aguas más tranquilas. Es un espacio donde además de uno poderse bañarse a gusto, había privacidad. Podías tumbarte o nadar desnudo sin la preocupación de que alguien pudiera verte. Los mismo que habían construido el pedestrian walkway, el paseo de obra, habían añadido un muro que te protegía de miradas curiosas.

En un popular programa de radio de los años 80 La sra. Eunice Levinstein, oyente habitual, llamó un día quejándose de un bochornoso espectáculo que veía todas las mañanas desde el balcón de su casa. “¿Qué sucede señora?” Le preguntaron. “Hombres practicando sexo”, dijo, indignada. ¿Cómo dice? “Lo que les digo; desnudos y haciendo todo tipo de porquerías”. Transcurridos unos minutos, un coche patrulla se personó en casa de la sra. Levinstein.
Los agentes descubrieron que la única estancia orientada al paseo, y con vistas a la playa, era el cuarto de baño principal. En el baño había un ventanuco de guillotina situado en un extremo del baño, a una altura fuera del alcance visual de incluso alguien como el Cabo Marius Cronje, un tipo alto y corpulento.
Los dos policias lanzaron una mirada interrogatoria a la sra. Levintstein.
“Utilizo la escalera que guardo en el trastero”, aclaró ella.

Esta anécdota se la oí por primera vez al guía Bruce Burton, a quien tuve de supervisor en mis primeras salidas en grupo. Los guías a veces gustan contar anécdotas picantes. Sirven para romper el hielo, para tantear a los clientes. La historia de la señora Levinstein puede sonar a chisme pero era verdad.

En el camino a Bantry Bay reparo en lugares familiares y que poco han cambiado a pesar de los años transcurridos. El hotel Winchester Mansions, con su imponente fachada de estilo colonial inglés y flaqueado por enormes palmeras, sigue ahí, delante de un parque recubierto de césped y encarado a poniente. El césped forma parte de una extensa franja verde que discurre entre los dos carriles reservados para el tráfico y el paseo junto a la playa. En días soleados familias y grupos de amigos toman posesión del parque. Es un amplio trozo de cesped muy bien cuidado que separa el hotel del paseo marítimo. Bien cuidado y largo, pues se extiende a lo largo de varias manzanas. La gente aprovecha la ocasión para disfrutar de un suculento picnic o de un improvisado partido de críquet. Los fines de semana organizan conciertos gratuitos de jazz.  El talento de algunos de los grupos es realmente extraordinario y todo lo que se recauda - son gratuitos pero casi todo el mundo colabora con una pequeña donación - va destinado a actividades benéficas.



El Winchester Mansions dispone de un acogedor bar. La zona exterior ocupa un angosto y reducido porche. Apenas caben cinco o seis mesas. De joven, siempre que pasaba por delante, en especial por las tardes, lo veía abarrotado de gente. El atractivo de entonces y el de hoy sigue siendo el mismo: las puestas de sol. Probablemente de las mejores de Ciudad del Cabo. Hace unos años, en ocasión de un viaje de trabajo, tuve por fin mi oportunidad. Había salido a dar una vuelta en compañía de unos clientes. Eran dos matrimonios amigos. Gente muy viajada, sin embargo nunca antes habían estado en Ciudad del Cabo. Faltaba poco más de una hora para el atardecer cuando pasamos por delante del Winchester Mansions. Me sorprendió muy poca clientela en el bar. Entramos, nos dirigimos al porche y nos sentamos en la única mesa disponible. Mis acompañantes pidieron dos gin-tonics y yo un whisky-sour. "¿Por qué brindamos?" Nos pusimos rápidamente de acuerdo: "por un hermoso atardecer". En apenas unos segundos, el sol, un enorme disco rojo, se ocultó en el lugar más lejano del horizonte y del vasto océano.

Años más tarde, en Barcelona, volví a ver aquellos antiguos clientes. "No he vuelto a probar un gin-tonic como el que nos tomamos una tarde sentados en la terraza del Wincherter Mansions".

De joven trabajé en un bar, el Carrousel, que estaba junto a la piscina pública de Sea Point. La piscina sigue ahí, en la playa. El Carrousel tenía dos niveles. Abajo el bar, arriba el restaurante y una hermosa terraza con estupendas vistas del mar y la playa. Ya desapareció y en su lugar ahora hay otro negocio. Es una heladería con colores chillones. De esas de estilo americano y que ahora hay por todas partes. Cuando era el Carrousel era otra cosa. La cocina que practicaban intentaba ser una mezcla de especialidades francesas y locales, con hincapié en los productos del mar. Nada extraordinario, en aquella época no existía la sofisticación culinaria, pero la calidad era más que aceptable. Prueba de ello es que la mayoría de los clientes eran habituales. Sin embargo el lograr un ambiente adecuado era más importante que una buena cocina.
Los fines se semana el Carrousel era uno de los pocos lugares en Cape Town donde ir a pasar un buen rato por la tarde. La zona del bar, una vez terminado el turno del almuerzo, se habilitaba como Cine Club. Las películas que se proyectaban eran muy variadas, estrenos comerciales de éxito se alternaban con rarezas del cine avant garde o arte y ensayo, recien traidas de Europa o los EE.UU. La censura imperante y que el Carrousel, de algún modo esquivava, convertía aquellas sesiones de tarde en todo un acontecimiento. El ambiente, una vez todas las mesas estaban ocupadas, con gente agolpándose en la puerta,  era extraordinario. Había días que el aire olía a actividad ilícita, transegerosa, y la sensación era muy excitante.
Conservo el recuerdo de estar sentado en una mesita junto a la ventana, mirando al mar. El cielo rojo  - pink at night, shepard's delight, decía mi madre -, y un mar de seda dorada. Compartía con dos amigos más, Dave y Lisa. Los tres expectantes. De la primera película -las sesiones igual que en los cines de barrio en la España de antes: dos pelis-, ni me acuerdo. La otra, la Grand Boufe, de Marco Ferreri. ¡Madre mia, qué bien lo pasé! Tal vez tenga que ver con todas aquellas escenas con pantagruélicas cenas (o desayunos o almuerzos, ahí no sabes cuando es una cosa u otra), pero lo cierto es que nuestra cena, que compartimos entre todos, una moussaka, media langosta al grill y un turbot al horno, nos supo a gloria.

Prince Lodge. Salgo al pequeño patio que da a la parte interior de la casa. Es un lugar recogido y coqueto. En un extremo hay una barbacoa. Junto a esta, adosado al muro que da a la casa contigua, un banco de obra con cojines de diversos materiales, tamaños y diseños. Phileas, el gato de Erica y Malcom duerme acurrucado sobre la mesa-camilla que sirve para tomar el desayuno. Un mantel de tonos cálidos cubre el sobre de marmol.


martes, 12 de abril de 2011

Pasear con perros en Japón

En uno de mis viajes por Japón ví algo que me llamo la atención. En un parque cercano al castillo de Osaka un anciano paseaba junto a su perro, uno de esos de raza diminuta. De repente el animal se para y hace como que se dispone a cagar. El anciano se da cuenta y raudo echa mano de un periódico que llevaba bajo el brazo. Le da tiempo para agarrar un par o tres de hojas y extenderlas con sumo cuidado pero con precisión, en el suelo, justo bajo el trasero del animal. En ese instante el perro suelta todo lo que lleva dentro. La mierda, de un color marrón claro y más bien blanda, cae en medio del papel como uno de esos helados que se enrollan mecánicamente. "¡Qué maravilla, qué destreza tiene ese hombre!" me digo, pasmado.
Una vez el perrito ha finalizado con la tarea de evacuar se pone a escarbar el suelo frenéticamente -a los perros después de cagar siempre les da por hacer eso-, pero el viejo anticipándose a su mascota, en un plis plas envuelve  los excrementos en las hojas de periódico dándole forma de paquete y lo deposita en el interior de un contenedor cercano especial para estos menesteres.
Yo continuo ahí, de pie, con la misma cara de pasmarote de antes.
Esta misma representación la volví a ver días más tarde en el parque de Ueno, en Tokyo. Era tarde y ya se había puesto el sol. En un rincón poco frecuentado, apartado de un grupo de jóvenes que estaban sentados bajo un imponente árbol de cerezo en flor, una mujer empujaba un carrito de niños. Pero en lugar de niños llevaba dos perritos. Los dos eran idénticos. Marrón oscuro y con enormes ojos saltones. Chihuahuas tal vez. Iban vestidos igual, con un conjunto de punto color fucsia. Qué me vino a la cabeza, dejémoslo estar...
La señora se para en un lugar donde crece el cesped y suelta a los perritos. Uno de ellos echa a correr. La señora, detrás. Le da alcance, y como adivinando lo que va a suceder, saca del bolso un envoltorio de papel, las famosas hojas de periódico y venga, la rutina que ya conocemos. "¡Fantástico!", exclamo en silencio.

De vuelta a Barcelona me doy de bruces con nuestras costumbres habituales. La gente con perro es poco considerada con el prójimo. No parece importales si  a sus mascotas les da por manchar de mierda las aceras, el portal de las casas o los parques (en los que a menudo hay niños jugando en el suelo). Soy de la opinión que no basta con recoger los excrementos con la ayuda de una bolsa de plástico o unos papeles y luego lanzarlos en el primer contenedor que vemos.

El método japonés es una buena solución.
Hasta puede ser divertido: Salgo de casa -imaginemos con mi perro (no tengo, pero da lo mismo) y bajo el brazo un ejemplar de "El Mundo" o aún peor; la gazeta "Intereconomía. Puesto que esto es todo imaginario, no es un perrito lo que llevo atado a la correa sino un magnífico pastor alemán. Al cabo de poco, en una esquina, el animal se pone a husmear algo con gran interés. Tira a un lado, echa para atrás. Se para en el lugar idóneo y hace como que... ¡Zas! en ese preciso instante, yo, que no le he quitado ojo y conozco muy bien cada uno de sus gestos, despliego raudo el periódico. Precisamente por la página 18, donde aparece ese artículo de opinión de aquel periodista que tanto inquina nos tiene a los catalanes (es un ejemplo, podría tratarse de cualquier otra cosa), y con un par de movimientos certeros, ¡plas!, situo la página con el artículo (y la foto del periodista), justo bajo en culo de mi querido perro, y segundos antes en que caiga un enorme y espeso cagarro, ¡Paf!. Pasmado me quedo. A hecho diana en la foto del periodista.

lunes, 11 de abril de 2011

¿Es una broma?

Lo que viene a continuación es un comentario - largo - sobre algo que me pasó en un vuelo de Buenos Aires a Barcelona. Lo dejo como está, sin tocar o añadir nada.

Vuelo AR 1160.

Mi asiento, el 31B. Pasillo, salida de emergencia. Que bien, puedo estirar las piernas, podré dormir...
Hay algo con el asiento, es incómodo. Mi cuerpo tiende a desplazarse hacia un lado. Lo arreglo colocando tres ejemplares de la revista de Aerolíneas bajo el culo. El sistema de audio no funciona correctamente. El sonido se interrumpe a cada momento. Leer tampoco resulta fácil. La luz individual que hay sobre mi cabeza parpadea. Afortunadamente el vuelo no va al completo y doy con un lugar libre (en realidad, dos) en la parte trasera de la nave, cerca del baño. Cuando llega el momento de querer utilizarlo me encuentro que este está ocupado. En realidad no hay nadie. Lo que ocurre, y esto lo averiguo minutos después, es que los miembros de la tripulación se lo han reservado para uso exclusivo. Las azafatas son las que más uso hacen de el baño (baño L82, todos están numerados).
Llega la cena. Incomible. Yo había solicitado un menú sín lacteos. Lo que me traen es una bandeja con unos vegetales que no logro saber que son y un pedazo de pescado imposible de distinguir a que especie pertenece. Lo han debido someter a horas de horno microondas pues está más que reseco. Dispuestos estamos para cenar cuando llega el anuncio del sobrecargo. Viene a decirnos -con voz y tono radiofónico-seductor- que les es muy grato contar con nuestra confianza en Aerolíneas Argentinas, que están encantados de servirnos, van a hacer todo lo que esté en sus manos para que la experiencia nos sea lo más grata posible, un viaje para no olvidar, bla, bla, bla. El mismo sobrecargo, sr. Horacio Fanchetti (poque aqui todos van de "señor tal", "señora cual"), poco antes de tomar tierra en el aeropuerto del Prat nos obsequía con otro mensaje, este de despedida, donde nos da las gracias por nuestra incondicional apuesta por la mejor compañia de aviación argentina, nuestra aerolínea favorita.
Y yo me pregunto, ¿de qué va esto? ¿Acaso nos han tomado todos por tontos? ¿Sentido de humor o puro cinismo? Pongámonos en el lugar del viajero que realiza el viaje en sentido contrario, de Barcelona a Buenos Aires. Y además este es su primer viaje a la Argentina. Las primeras impressiones suelen ser duraderas, son importantes. En mi opinión, un buen viaje, una agradable experiencia con la compañía aerea que has elegido, es algo que va perdurar en la memoria. Es fundamental que esa primera experiencia sea satisfactoria de lo contrario pocas ganas te van a quedar para repetir. Me sorprende mucho que algo asi de importante no lo valoren por igual todas las compañias aereas.
¿Que qué tiene de bueno volar con Aerolíneas Argentinas? En mi opinión, algo muy importante: el vuelo es directo a destino. Sabiendo eso, el malrato que uno vaya a sufrir (o no) es algo que se puede sobrellevar más o menos bien...

jueves, 31 de marzo de 2011

¡Ánimo, viajeros!

 

La primavera llama a la puerta. Sakura. Los cerezos florecen. Y con la llegada de la floración de los cerezos en flor los japoneses se echan a la calle. Los parques, que días atrás ofrecian un aspecto desangelado, vuelven a llenarse de paseantes, familias y grupos de amigos que buscan un lugar bajo esa especie de parasoles rosas y blancos, los preciosos cerezos en flor. Extienden un par de mantas con sumo cuidado, se descalzan y se sientan. De sus cestas de mimbre extraen termos de té verde y dimutas bandejas con la comida; los obento. Hablan animadamente. Rien. Una pareja de enamorados, se acarician tímidamente, diría que con disimulo - esta es una sociedad poco dada a las demostraciones afectuosas en público - mientras embelesados contemplan las flores que penden por encima de sus cabezas.

Mi amiga Yukiko me escribe al cabo de tres semanas del último terremoto (son tantos que uno ya pierde la cuenta... ).osas y blancas. 

"Dear Jaime,
3 weeks after the 3.11 earthquake, people in Tokyo are trying to get back to the ordinary life while supporting people in Northest area who are still packed in evacuation sites.
Troubles in Fukushima nuclear power plants seem to need times to be solved completely but people's mind are getting calm down eventually, being well informed we can live our life as usual in these circumstances.
Warm days have finally come to Tokyo and no planned power outages are scheduled for a while.
And the news, cherryblossoms, Sakura, are ready to bloom in Tokyo, cheers us up very much.
In these difficult times it is very hard to operate companies like the Koomon but I believe people from all over the world will difinitely come back to Japan.
I have posted some pictures of Sakura and our activities on our Facebook page and will keep our page updated with new ones.
Please find us on Facebook ,stay connected with us and recommend it to your friends to support us.
Thank you for your kind assistance in advance.
yours sincerely,
Yukiko FUKAUMI"
The Koomon

martes, 15 de marzo de 2011

Help Japan / Ayuda a las víctimas del terremoto/tsunami del Japón

Japan Earthquake and Tsunami: How to Help


By THE NEW YORK TIMES

Updated March 12
For readers interested in contributing to help victims of the earthquake and tsunami that struck Japan and the Pacific region, here is a list of contact information and links for some agencies that plan to provide relief. (The New York Times does not certify the charities’ fund allocations or administrative costs. More information about giving, for this and other causes, is available online from the GuideStar database on nonprofit agencies and the BBB Wise Giving Alliance.)

Locating Loved Ones

If you are looking for information on people in the quake zone, Google has opened a Person Finder page.

Ushahidi, a crowdsourcing mapping tool, has set up a local platform for Japan that allows people in the area affected by the earthquake to text the location of people who may be trapped in damaged buildings.


Aid and Charitable Organizations

Each of the following groups have set up fundraising sites specifically for the victims of Friday’s earthquake and tsunami.


CARE is one of the world’s largest private international humanitarian organizations. Their offices in Asia are on high alert and have ensured that staff are informed of the tsunami warnings and other related developments.

DOCTORS WITHOUT BORDERS

Information is available on the organization’s Web site.

GLOBALGIVING.ORG

GlobalGiving is working with International Medical Corps, Save the Children, and other organizations on the ground to disburse funds to organizations providing relief and emergency services to victims of the earthquake and tsunami. Donors can text JAPAN to 50555 to give $10, and larger increments can be submitted on GlobalGiving’s Web site.

INTERNATIONAL MEDICAL CORPS

Information is available on the organization’s Web site.

LIONS CLUBS INTERNATIONAL

Information is available on the organization’s Web site.

SAVE THE CHILDREN

To make a donation, visit Save the Children’s Web site, call 1-800-728-3843, or text JAPAN to 20222 to donate $10.

SHELTERBOX.ORG

Shelterbox.org is a disaster-relief organization that focuses on providing survival materials such as tents and cooking equipment to families displaced by disasters.





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Crónica de Japón. Reflexión de un periodista

Having electric power is especially reassuring in times of emergency, but electricity is obviously a product of high-risk generation procedures.


In Tokyo, tens of thousands of people were stranded far from their homes. On Friday night, the Koshu Kaido highway that stretches west from Shinjuku teemed with people heading home at a brisk clip, some spilling off the sidewalks. I saw a couple with their small child in a stroller. There was a schoolgirl with a yellow cap and school backpack.


I also heard that many people spent the night at public facilities in downtown Tokyo.


A senior executive of the leading opposition Liberal Democratic Party offered a "political cease-fire" to the ruling Democratic Party of Japan.


"You have our full cooperation," he reportedly said. "You do whatever you need to do as the party in power."


School graduation ceremonies, entrance exams and a host of various other events have been canceled or postponed.

We obviously have lessons to learn from the latest tragedy, but that can wait. Right now, the whole nation ought to put everything on hold and focus on helping people who desperately need help.


Japanese politics is a mess, and the Japanese economy is fragile. And now this--the worst earthquake in our recorded history. I felt totally helpless as I held my TV set steady while the ground heaved violently, unable to do anything except to just hold on.


We humans are so weak and helpless, and that's exactly why we all must support one another.


Our country has a long history of natural disasters. Our mettle is being tested again--now.


--The Asahi Shimbun, March 13

Crónica de Japón. Yukiko desde Tokyo

(Esta entrada se pubica minutos después de enterarme de una nueva réplica de más de 6,5 Richter, en el noroeste del país... )

Yukiko es una amiga que trabaja en una casa de té. Uno de esos lugares dónde poder aprender todo el ritual de la Ceremonia del Té, Koomon, en Tokyo.


Dear Jaime,


Thank you for your kind e-mail. The Koomon staff and families are all right but the north-east Japan faces terrible disasters. People around Tokyo are suffering inconvenient circumstances like traffic jams and occational deliberate blackouts.

I pray many people will be found and saved in North-east area.

Our major concern now are troubles with Nuclear power plants.
What we can do is just to pray everything will be OK soon.
I really appreciate your concern and your kind offer and gift.
I hope safe and peace will come back to Japan soon and we could meet again in the near future.


Yours sincerely,


Yukiko FUKAUMI

Crónica de Japón. Aiko hace balance

Sigo pegado a las noticias. Consulto todo lo que hay en Internet. Pero sobretodo estoy "enganchado" a  Japón gracias a las crónicas que me llegan de mis amistades.

Aiko hace balance y con ello, nos invita a reflexionar.
Japón cumple con estrictas medidas de contrucción antisísmica: Las casas quedaron en pie. Fue lo que vino después del terremoto, el tsunami, el causante de tanta destrucción y pérdida de vidas humanas. Ahora lo que les peocupa es el riesgo a un gran accidente nuclear.
El día a día, con todas us incomodidades consecuencia de todo lo ocurrido, es lo de menos. Mientras, los japoneses rezan. La fe, en mi opinión, es fundamental. Da fuerza y esperanzas.

(recibido hoy, a las 7h, hora penínsular )

Muy Querido Jaime:



Muchas gracias por tu rápida respuesta.Tus palabras, tu foto con el paisaje bonito y las pinturas de Buda me han tranquilizado muchísimo. No imaginaba nunca que las palabras de amigos españoles me alentaban tanto y me apoyaban enormemente.


Como mi casa está al oeste de Tokio, y además está lejos del mar, no he tenido mucha preocupación de terremotos. Realmente el gobierno nos obliga a adoptar normas muy rigurosas respecto a la arquitectura contra los movimientos sísmicos. Así uno espera que muchas casas de aquí aguanten los terremotos.
Si ves la imagen, antes de la llegada de tunami, aunque ya habían recibido el movimiento 9 M, las casas de Tohoku quedarn en pie, erguidas. Eso significa que las casas lograron resisitir las sacudidas dl terremoto. También por la alerta de tunami, la gente empezó a correr hacia la zona alta.
Eso signica que la gente no se lastimó mucho dentro de casa. Si no hubiera ocurrido tunami, el número de víctimas sería mucho mucho menos. ¿Qué te parece?


El control de suministro de energía en Tokio no nos afecta. Por supuesto nos molestará en la vida, pero pensando en dolor y lágrimas de la gente de Touhoku,  esta inconveniencia no es nada. Todavía mi casa no ha recibido este control de las compañias eléctricas. Además aunque esto ocurra, nada más será por espacio de 2 o 3 horas.
Lo que más nos preocupa es lógicamente el accidente inimaginable de centrales nucleales. ¿Dnde está la tecnologìa avanzada de Japón ? ´¿Dónde estarán los ingenieros japoneses que han gozado tanto de aquella fama de excelencia? ¿Dónde está la organización superbuena, que se supone tenemos, para superar esta situación?
De nuevo te envio mi agradecimiento.


Un abrazo


Aiko

domingo, 13 de marzo de 2011

Aiko y el terremoto de Sendai

Me enteré horas después que sucediera. Fue de manera casual. Por la mañana había ido a ver a mi amigo orfebre, Jordi. Hablando de esto y lo otro le comenté que dentro de unos días iba a viajar a Japón, "Vols que et porti res del Japò?" "¿Japò, dius?" Jordi se me quedó mirando con cara de incredulidad "¿Pero es que encara no t'has enterat?".

El resto del día lo pasé conectado a Internet y enviando mensajes a mis amistades japonesas. Mi temor no era el viaje, que ya lo daba por perdido, sino el bienestar de la gente.

Hoy estamos a 13 de Marzo. Aiko, mi buena amiga y colega de Tokyo, me envía un correo donde me cuenta acerca de cómo vivió el terremoto (en su castellano, que no pienso retocar para mayor autenticidad):
"Por casualidad, 3 minutos antes del terremoto, puse la tele y en seguida encontré un aviso de emergencia dictaba con letra mayúscula, DENTRO DE 2 O 3 MINUTOS HABRÁ UN GRAN MOVIMIENTO SÍSMICO EN LA REGIÓN DE TOUHOKU.
Pensé orgullosamente qúe buen sistema informático tiene mi país.
Como Tohoku se encuentra bastante lejos, no imaginé nunca que iba a moverse mi propia casa exactamente 3 minutos después, como si fuera un barco balanceado periódicamente.
Sinceramente antes no había tenido nunca el miedo de terremotos, ya que normalmente siempre se calmaba en un minuto como máximo y nunca mi casa se había movido como esta vez.
En Tokyo el día de desastre todos los trenes se suspendieron hasta la madrugada. Mi marido pudo regresar a casa por fin a las 2 de la madrugada del día 12. Sabes, en ese momente él estaba jugando al golf. El campo está situado arriba del terreno ganado al mar, cerca de Odaiba, Tokyo.
Se tendío boca abajo en el suelo, y se dío cuenta que el suelo se deslizaba bajo su cuerpo. Mi hija estaba de guardía ese día en el hospital. Afortunadamente mi familia está bien, y además en mi casa nada se vino abajo, nada se cayó o rompió. Gracias a Dios.
Pero ya estoy cansada de estar en frente de la tele, ya que cada vez que la pongo , veo más numeros de muertos que me deprimen. Al principio 20 0 30. Ayer casi 1000. Hoy ya está sumando más de 2000.
Acabo de enterarme que la Auto Defensa de Japón hoy rescataron más de 6000 personas .
Pero abajo hay un gran número de ciénagas( porque los pueblitos arrastrados por el tsunami se asemejan a unas lagunas ), y seguro que ahí hay más y más personas esperando la ayuda.
Espero que el rescate en equipos ( ¡increíblemente ya llegaron varios extranjeros profesionales! ) llegue a tiempo hoy mismo, ya que ya está empezando a oscurecer... Bueno, ahora tengo que irme al super para conseguir unos alimentos de reserva. Hasta ahora no he pensado nada en esto, porque en Tokyo desde hoy. casi 99 % de trenes están funcionando normalmente. Pero más vale preparar que nada.
Muchas gracias por la amistad.
Un beso,
Aiko"

viernes, 4 de febrero de 2011

Los inicios

Fue un día para olvidar. De esos que deseas olvidar pero no puedes. El día de mi primer tour.
Richard Ogilby me entregó el micro y dijo, "Ya sabes cómo se hace, ánimo."
Me sorprendió la temperatura de aquel objeto. Estaba helado. El frío del micrófono hizo que olvidara las palabras de bienvenida que había preparado y sólo logré mascullar, "perdonen, buenos días a todos, hoy es mi primer día en este trabajo... " Los 43 pasajeros, casí la totalidad de las plazas del autocar, me observaron en silencio. No sé si escucharon bien. Al terminar mi introducción ellos observé que continuaban en silencio. Noté cierta incomodidad en el ambiente. Y entonces recordé algo muy importante que días atrás, Richard me había advertido: "Llegado el momento, el día de tu estreno, no se te ocurra decir nada que suene a que eres nuevo en esto. Al cliente siempre hay que hacerle creer que ante él tiene a todo un profesional. El cliente ha pagado por ello."
A partir de ahí, todo fue sufrimiento. Nervioso como estaba, no lograba recordar fechas, reseñas históricas y cuando si lo conseguía las confundía unas con otras. Richard, consciente de mi estado de nervios y de la responsabilidad, intentaba echarme algún que otro cable a modo de apuntador. No lo tenía fácil, él era el conductor y había que estar atento al tráfico, y en cuanto a ayudarme requería ser un maestro en el arte del disimulo. Vencer mi innata timidez es algo que nunca he logrado del todo. Mucho le debo sin embargo a esta profesión de guía, que obliga a enfrentarse a un público siempre más preparado que uno mismo (esta es una percepción que aún hoy me acompaña).
El tour, por suerte, y gracias a Richard, logramos sacarlo adelante.