martes, 7 de octubre de 2008

Sea Point. El hombre de la cacatua blanca.


Era mi primer paseo a lo largo de Beach Road, en Green Point. El día anterior había llegado a Cape Town procedente de Barcelona.
Noviembre, es decir, inicios de primavera y de paseo a lo largo del boulevard marítimo de mi querida Cape Town. Un sol radiante, una tarde esplendida. A poco de empezar a andar voy y me tropiezo con este Robinson Crusoe moderno. Un viejo lobo de mar de mirada amable, cómodamente sentado de cara al mar y con una impresionante cacatua blanca en su hombro.

Me paré delante de él. Viendo que me interesaba me animó, "Anda, no tengas reparo, acaríciala así, detrás del cuello..." Y si, a la cacatua le encantó que la acariciase. Por un instante me recordó a un loro gris, un yako africano que tuve hace años. Aquel pájaro se podía estar horas en mi hombro o donde fuese, siempre y cuando yo le hiciera mimos. Muy simpático, si. Hasta que un buen día, después de cinco años de intensa amistad, el muy "pájaro", se escapó de casa. Imagino que harto de Barcelona se las debió ingeniar para emprender rumbo a su querida Gabón o Camerún, vete tú a saber.

El hombre de la cacatua me contó que cada tarde siempre que el tiempo acompañara - nunca sabes con Cape Town y menos en primavera - tenía por costumbre acudir a este parque de Green Point, sentarse en el mismo banco, en compañia de su querida cacatua blanca. La cacatua era un poderoso pretexto para poder hablar con cualquiera, de cualquier cosa. Siendo él muy niño, quedó huérfano de madre. El padre, al poco lo abandonó pero por suerte para él, sus abuelos se hicieron cargo y años más tarde logró enrolarse en la Navy inglesa. Después de años de dar tumbos por el mundo, a bordo de pesqueros y mercantes varios, un buen día vino a parar a Sudáfrica y aqui conoció a una hermosa mujer. Una buena moza, de origen griego y que parece ser, le cocinaba unas mousakas estupendas. A los pocos meses, los dos aún muy jóvenes, se casaron. Tuvieron un par de crios y a los tres años, dejaron Durban para venirse a Cape Town, donde abrieron un pequeño restaurante, en Sea Point, muy cerca de aquí. El restaurante, por cierto, llegué a conocerlo. En los años pre-Mandela Sea Point era uno de los barrios de más y mejor ambiente: tiendas de moda, restaurantes, bares, con sus terrazas frente al mar. Todo a rebosar de gente y a todas horas. Muchos domingos por la tarde yo y unos amigos, soliamos ir a un lugar llamado Aris Souvlaki. Otro griego. Las shwarmas que preparaba la adorable esposa del viejo Aris, eran de leyenda. Yo siempre me zampaba dos. Las acompañaba con una media garrafa de vino tinto (más bien peleón) y de postre, Aris solía obsequiarnos con una suculenta (aunque muy dulce) baklava o un espeso café griego.
Hoy Sea Point es un lugar muy diferente. Durante el día, desierto. En la noche las calles son de las putas y los gansters nigerianos.
Asi estuvimos un buen rato; él charlando y yo escuchando. Fueron unos minutos de lo más agradables.

Al día siguiente, también por la tarde, volví a hacer el mismo paseo. Quien sabe, quizás volvía a tropezarme con aquel buen hombre. Una señora, al verme parado frente al mismo banco, me preguntó:
- You were here yesterday, were you not?
- That's right madam. Have you by any chance seen what's the name...the old man and his white parrot?... You probably know who am I refering to.
- Oh, You mean Old David Hay? No, not today. I have heard from a neighbour though that he passed away last night. This lady tells me they both shared a tv-dinner at her place and shortly after that, Mr. Hay went home to bed and at noon today when his char-lady arrived, found him still in bed. He was lying there dead. Such a nice fellow...shame.

La mujer me contaba cosas pero yo había dejado de oirla. Miraba la esquina vacia del banco y recordaba haber hablado con un hombre con una cacatua blanca.

1 comentario:

El Golondrina dijo...

El comentario me lo hago yo mismo: ¿volveré a ver esta mirada?