viernes, 10 de octubre de 2008

¡Una gran sonrisa!




Soy, creo, de los que les basta con poco para ser felices. En mi caso, un paseo a pie, es suficiente.


Si este paseo resulta que tiene lugar en Ciudad del Cabo, tanto mejor. Y si además, transcurre a lo largo de la cornisa atlàntica, esa que va del famoso Waterfront hasta Bantry Bay (seis kilómetros, casi nada), poco más puedo esperar. Estupendo.

Fue durante uno de esos agradables paseos de tarde de verano, con un tiempo esplendido, que me encontré con estas encantadoras niñas. Me pidieron que por favor, les hiciera una foto. Se adelantaron: Y es que nada más verlas, tuve el pensamiento de hacer lo mismo. Así que ellas y yo, felices.

Me contaron que venían del cole. El cole les gustaba mucho.
Las otras tres, sentadas en el banco, eran las "teachers"...
Una imagen de alegría, ilusión y sobretodo, de gran esperanza.

jueves, 9 de octubre de 2008

Un bello rostro Nama


Lo de viajar con una cámara encima es importante. Yo tengo una digital que me regaló mi mujer, que va la mar de bien. Para un fotográfo más bien regular, ese soy yo, estoy contento con el resultado.


Esta instantánea salió bien. Tuve suerte de contar con un "paisaje humano" de primera; una hermosa y muy simpática modelo. La mujer es de la etnia Nama y trabaja como guia local en Tweinfontein, donde muestra a los turistas las famosas rocas con petroglificos de los antiguos Bushmen.

Parking de bicis




No solamente en Tokyo hay multitud de ciclistas. En otras muchas poblaciones más o menos importantes, es frecuente ver gente que va y viene en bicicleta.


Los japoneses están muy preparados: disponen de una extensa red de carriles bici. Estos, están muy bien diseñados; con pavimento especial e incorporados a las aceras. He observado gran respeto entre ciclistas y peatones. Cada cual conoce y obedece lo establecido. No hay fricciones.


Algo que me sorprende ver, son los magníficos parkings para bicis. Son establecimientos de pago - muy pocos yenes - que aseguran un lugar donde guardar la bicicleta y lo mejor: Hay guardia de seguridad.

miércoles, 8 de octubre de 2008

¡Qué vista!


Desde Bloubergstrand, al otro lado de Table Bay, se puede disfrutar de uno de los paisajes más lindos de la famosa montaña de la mesa y su "table-cloth", el mantel de nubes.


Con mi gran amigo John Simons, soliamos venir a Bloubergstrand. Un hermano de John vive aquí. Todas las mañanas se despierta con este regalo.

martes, 7 de octubre de 2008

Sea Point. El hombre de la cacatua blanca.


Era mi primer paseo a lo largo de Beach Road, en Green Point. El día anterior había llegado a Cape Town procedente de Barcelona.
Noviembre, es decir, inicios de primavera y de paseo a lo largo del boulevard marítimo de mi querida Cape Town. Un sol radiante, una tarde esplendida. A poco de empezar a andar voy y me tropiezo con este Robinson Crusoe moderno. Un viejo lobo de mar de mirada amable, cómodamente sentado de cara al mar y con una impresionante cacatua blanca en su hombro.

Me paré delante de él. Viendo que me interesaba me animó, "Anda, no tengas reparo, acaríciala así, detrás del cuello..." Y si, a la cacatua le encantó que la acariciase. Por un instante me recordó a un loro gris, un yako africano que tuve hace años. Aquel pájaro se podía estar horas en mi hombro o donde fuese, siempre y cuando yo le hiciera mimos. Muy simpático, si. Hasta que un buen día, después de cinco años de intensa amistad, el muy "pájaro", se escapó de casa. Imagino que harto de Barcelona se las debió ingeniar para emprender rumbo a su querida Gabón o Camerún, vete tú a saber.

El hombre de la cacatua me contó que cada tarde siempre que el tiempo acompañara - nunca sabes con Cape Town y menos en primavera - tenía por costumbre acudir a este parque de Green Point, sentarse en el mismo banco, en compañia de su querida cacatua blanca. La cacatua era un poderoso pretexto para poder hablar con cualquiera, de cualquier cosa. Siendo él muy niño, quedó huérfano de madre. El padre, al poco lo abandonó pero por suerte para él, sus abuelos se hicieron cargo y años más tarde logró enrolarse en la Navy inglesa. Después de años de dar tumbos por el mundo, a bordo de pesqueros y mercantes varios, un buen día vino a parar a Sudáfrica y aqui conoció a una hermosa mujer. Una buena moza, de origen griego y que parece ser, le cocinaba unas mousakas estupendas. A los pocos meses, los dos aún muy jóvenes, se casaron. Tuvieron un par de crios y a los tres años, dejaron Durban para venirse a Cape Town, donde abrieron un pequeño restaurante, en Sea Point, muy cerca de aquí. El restaurante, por cierto, llegué a conocerlo. En los años pre-Mandela Sea Point era uno de los barrios de más y mejor ambiente: tiendas de moda, restaurantes, bares, con sus terrazas frente al mar. Todo a rebosar de gente y a todas horas. Muchos domingos por la tarde yo y unos amigos, soliamos ir a un lugar llamado Aris Souvlaki. Otro griego. Las shwarmas que preparaba la adorable esposa del viejo Aris, eran de leyenda. Yo siempre me zampaba dos. Las acompañaba con una media garrafa de vino tinto (más bien peleón) y de postre, Aris solía obsequiarnos con una suculenta (aunque muy dulce) baklava o un espeso café griego.
Hoy Sea Point es un lugar muy diferente. Durante el día, desierto. En la noche las calles son de las putas y los gansters nigerianos.
Asi estuvimos un buen rato; él charlando y yo escuchando. Fueron unos minutos de lo más agradables.

Al día siguiente, también por la tarde, volví a hacer el mismo paseo. Quien sabe, quizás volvía a tropezarme con aquel buen hombre. Una señora, al verme parado frente al mismo banco, me preguntó:
- You were here yesterday, were you not?
- That's right madam. Have you by any chance seen what's the name...the old man and his white parrot?... You probably know who am I refering to.
- Oh, You mean Old David Hay? No, not today. I have heard from a neighbour though that he passed away last night. This lady tells me they both shared a tv-dinner at her place and shortly after that, Mr. Hay went home to bed and at noon today when his char-lady arrived, found him still in bed. He was lying there dead. Such a nice fellow...shame.

La mujer me contaba cosas pero yo había dejado de oirla. Miraba la esquina vacia del banco y recordaba haber hablado con un hombre con una cacatua blanca.

Casas de Bo-Kaap

Calle de Bo-Kaap, el barrio malayo de Cape Town. Los nuevos moradores de estas casas, ya no pertenecen a la comunidad malaya. Estos nuevos vecinos están reconvirtiendo muchas de las antiguas viviendas en caros hotelitos de diseño. Lo que dije antes: el barrio corre peligro de desaparecer pronto.

El vagabundo de mirada cariñosa

Este hombre, se presentó en mi casa (lo de "mi casa", lo explicaré en otro momento), una tarde soleada. Era un vagabundo pero no vino a pedirme nada. Tampoco estaba bebido. Me contó una curiosa historia acerca de los Kramats. Me habló de uno que había muy cerca de mi casa. Los kramats son antiguas tumbas, donde según la leyenda, descansan los restos de ilustres hombre sabios del Islam. En época de colonización holandesa, entre los siglos XVII y XVIII, esclavos liberados se establecieron en pequeñas comunidades, en la falda de Lions Head y Table Mountain. Gente de origen indonesio o de las Indias Orientales y practicantes del islam. Según el vagabundo de mirada cariñosa, el kramat cerca de Prince Lodge, la guest-house donde solía yo parar en una época reciente, fue de especial importancia tiempo atrás.



En una empinada calle del antiguo barrio malayo del Bokaap se conserva el lugar donde a finales del siglo XVII un Imán levantó la primera mezquita de la Colonia del Cabo. Este mismo personaje se encargó de la primera traducción del Corán - en árabe - al afrikáans  La mezquita sirvio como centro de culto de indonesios, malayos e indios. Algunos de ellos eran esclavos al servicio de familias holandesas. Toda la comunidad profesaba la fe islámica.

El color de Cape Town




Y por una vez, no hablamos de personas. Sino de casas. El barrio Malayo, conocido como Bo-Kaap, es un lugar extraordinario. Pasearse por sus empinadas calles adoquinadas nos acerca a un mundo muy singular y que por desgracia corre el riesgo de desaparecer pronto. Niños corretean y juegan de manera despreocupada en medio de la calle. Si pasa un coche lo más probable es que se trate de un vecino. Y aqui todo el mundo se conoce y lo más importante; se respetan. Los chavales no corren peligro. En una esquina se alza una hermosa antigua mezquita. Recientemente ha sido completamente restaurada y ahora luce espléndida, con la fachada pintada de color verde-pastel y marfíl. Me gusta acercarme a Bo-Kaap los viernes en la mañana, temprano. A esa hora el barrio es un hervidero de gente. Los lugares de culto se llenan de fieles, mayormente son los varones los que cumplen con el ritual. Adultos y jóvenes se saludan y antes de entrar en el templo, dejan el calzado junto a la puerta. Las mujeres se apresuran al mercado de abastos o al colmado de la esquina, donde comprar lo necesario para preparar la comida para toda la familia. Han sido muchas las veces que me he acercado hasta los puestos de flores que muchas de estas familias regentan en los aledaños de la estación central de ferrocarriles. Ahí uno fácilmente se distrae y compra bonitos ramos de strelitzias, proteas, fynboos, - todas ellas flores endémicas del Cabo. "Mire que ramo más bonito... ¿Es para su señora?", me pregunta una jovencísma vendedora con la cabeza cubierta con un vistoso pañuelo de seda fucsia. "Ojalá lo fuera, pero esta vez viajo solo". El ramo que me ofrece es realmente precioso - un bouquet de proteas de diferentes clases - y por un precio, 12 rands, que en Barcelona no me alcanzaría ni para un par de rosas.