jueves, 5 de diciembre de 2013

Blackbird Floral RingSe llama Elsa y es un mirlo. Bueno, una mirlo, pues es hembra. Lo de llamarla Elsa fue cosa de Brigitte. Tiene cara de Elsa, ¿no crees?, me preguntó.
 Elsa apareció por primera vez no recuerdo exactamente cuando. Fue en verano de eso si me acuerdo. Una mañana la vimos ahí fuera en la terraza comiéndose la fruta. Todas las mañanas para desayunar Brigitte y yo nos preparamos un generoso bol de fruta: manzana, pera, plátano. Los corazones de las manzanas y las peras (y si es temporada de higos, añadimos unos trocitos) los reservamos para las tortugas. Es que tenemos dos tortugas de tierra, y además de la escarola, la lechuga hoja de roble y los tomates de Montserrat, les gusta mucho la fruta. 
El desayuno de los animalitos (porque eso es lo que es; se lo damos antes o justo después de nosotros haber desayunado), lo colocamos siempre en el mismo lugar de la terraza. Bajo cubierto. No vaya a ser que un día se ponga a llover y los pobrecillos se mojen mientras comen. 
Elsa nos observa. En el baño nosotros dos observamos disimuladamente a Elsa. No sirve de nada disimular porque los pájaros poseen una visión que ya la quisieramos nosotros. No se pierden detalle. ¿Qué miras?, parece decir, alzando el cuello. Dejadme en paz, vuestra mirada me incomoda y no como a gusto. Asi que dejamos de mirar. Eso fue al principio, cuando todavía nos trataba con recelo. 
Los mirlos hembra son asi como marrones tirando a grises. El pico y los ojos, muy negros. El macho es otra cosa. Es todo negro, con el pico entre rojo y amarillo (depende de la edad) y los ojos también amarillos. Muy guapo. Y canta muy bien. Las hembras apenas cantan. Me hubiera gustado que Elsa fuera macho. Ya, pero entonces no podría llamarse Elsa. 
Yo creo que el cariño que siento por los mirlos tiene que ver con que me remite a algunos de los recuerdos más gratos de cuando yo era un niño. Vivíamos en una hermosa casa con un jardín muy inglés. Muy inglés quiere decir de aspecto aparentemente asilvestrado o poco cuidado. Mi madre era la encargada, era la "paisajista". Tenía muy buen ojo y muy mejor mano con las diferentes clases de plantas y flores. Sabía asociar las diferentes especies de maravilla. Recuerdo que una o varias enormes hiedras abrazaban las paredes de la casa. En primavera y verano las hojas eran muy verdes y cuando llegaba el otoño los tonos se iban sucediendo, primero amarillo, luego naranja y finalmente un rojo intenso. Los mirlos sabian el mejor lugar para construir sus nidos. Con los primeros chaparrones de primavera llegaba el jolgorio. Los mirlos celebraban la llegada de las lluvías y el nacimiento de los primeros polluelos con potentes cantos. Una vez la lluvia amainaba y la tormenta se alejaba los mirlos - siempre en pareja - se apresuraban a hurguetear entre la maleza y el cesped. Me parecia inverosimil esa destreza que demostraban en encontrar de manera infalible, gran cantidad de lombrices y otros bichitos. ¿Cómo se las arreglaban? De un lado a otro dando saltitos. Los mirlos más que caminar, saltan. Cuando dan con algo especialmente apetitoso el macho lo celebra con potentes silbidos de admiración. Si hay polluelos en el nido no pierden el tiempo, lo primero es lo primero. 
Elsa acude casi siempre sola. En contadas ocasiones la veo en compañia de un macho. He observado que los machos todo lo que tienen de hermosos lo tienen de tímidos. Si advierten que los estás observando huyen. 
Elsa por fin tolera nuestra presencia (casi diría que a veces le gusta, pero de esto no estoy seguro). Antes, cuando saliamos a la terraza con el platito con los restos de fruta, al verse sorprendia, enseguida alzaba el vuelo y desaparecia. Ahora no. Todo lo más, se retira unos metros o se acomoda entre las ramas de un ficus, creyendo que de esa manera nosotros no la podemos ver. Pero si. Inmediátamente hemos desaparecido y ya no incordiamos, ella regresa a la fruta. En verano las tortugas están muy activas y a ellas, como he dicho antes, también les atrae eso de comer fruta. Cuando esto ocurre, Elsa, a fin de no importunar, retrocede un poco o aguarda en un segundo plano a que Bóboli y Lula, que es como se llaman nuestras tortugas (las dos son macho y sin embargo tienen nombres muy poco varoniles. Cosas de Brigitte) hayan satisfecho su apetito. Son muy torpes comiendo. Pisan la comida. A veces incluso se mean encima. Nada que ver con los modales de Elsa. Elsa toma un pedazo de manzana o pera con el pico y concienzudamente lo parte en pedacitos lo suficiéntemente pequeños para poder engullir mejor. 
Hay días que no hay desayuno. Eso solamente ocurre cuando Brigitte y yo estamos ausentes. Nos entristece pensar que Elsa a veces no desayuna. 
Con el tiempo Elsa ha aprendido los horarios. Si por cualquier cosa algun día nos retrasamos con los restos de fruta el mirlo se encarga en llamarnos la atención. Es entonces cuando la oimos cantar, apremiandonos: ¡Qué pasa con mi fruta!
Elsa no es un macho de plumaje negro, pico carmesí y ojos amarillos. Ni fakta que hace. Elsa cada día que nos visita está más guapa.