martes, 26 de enero de 2010

Los Mundiales de Fútbol 2010


Todo el mundo tiene algo que decir acerca de los Mundiales de Fútbol. “ya me dirás que vamos a hacer con todos estos gigantescos estadios una vez concluidos los Mundiales… “. “Será una ciudad, que digo una ciudad, un país, sembrado de white elephants (en referencia a las moles de hormigón vacias) y poco más… “. Afortunadamente los pesimistas son minoría. Digo lo de pesimista porque aunque parezca que no pueda ser, hay gente que esto de los Mundiales, no lo ve bien. Pero bueno, vamos a dejar a los cenizos para otra ocasión. Para empezar, está ciudad, con todo esto de la publicidad y el marketing, parece una feria de muestras. Las empresas, restaurantes, bares, negocios de toda clase, aprovechan para darse a conocer. En cada fachada, esquina, cuelga una banderola anunciando algo. “Cape Town, one huge show-case”, reza la publicidad de una conocida cadena hotelera.
El día del sorteo de los partidos, aproveché para acercarme a las oficinas del comité organizador, muy próximas al café de Long Street, donde recién había almorzado. Un policia me informó que además de él, otros 4500 agentes patrullaban la zona CBD (city businees district, o el downtown). Como para no sentirse seguros. No hay día que no haya algo nuevo que no me sorprenda; calles con nuevo y mejor pavimento, aceras más anchas y adaptadas a personas discapacitadas (si, les puede sonar a poca cosa, pero no; ya era hora), ¡semáforos con señalización acústica! Una asignatura pendiente por parte de este y todos los gobiernos anteriores, es el transporte público. A mediados de los 70, que es cuando llegué yo a Sudáfrica, los trenes y autobuses metropolitanos eran viejos y siempre iban abarrotados. Los ferrocarriles andaban a vapor, cosa que me maravillaba. No por ser blanco llegabas antes: para recorrer 45 km te tirabas más de dos horas. Te daba tiempo a comer, charlar, ver la película (eso era lo que sucedía ahí fuera) y hasta para una siesta. Con la llegada de Nelson Mandela y la democracia, el transporte público fue a peor. La situación empeoró con Thabo Mbeki. Cape Town Central Station se fue degradando. Los espacios públicos; salas de espera, baños, andenes, pasaron a ser dominio de los hobos, los sin-techo, gente de mala vida y vendedores de artículos de procedencia dudosa. Los robos eran frecuentes y no era raro oír hablar de alguna que otra violación. Los Mundiales han cambiado todo eso. El Northern Express, que apenas lleva dos años en servicio, es un lujo. Todavía no llega a todos los confines de la zona metropolitana, pero los responsables están en ello. Es razonablemente puntual, los vagones limpios, asientos muy confortables y el servicio es rápido. La estación se ha transformado completamente. Ahora s diáfana, con grandes puertas de cristal que se abren mediante célula foto-eléctrica, maquinas expendedoras de billetes, personal eficiente y amable, estupendas tiendas y restaurantes. Da gusto verla y aún más, viajar en tren.
Quedan poco más de 140 días para que den inicio los Mundiales y la ciudad es un hervidero de gente. No sólo turistas se pasean a toda hora por mercados, plazas (ni menciono el Alfred & Waterfront; eso es como las Ramblas, en Barcelona) y calles. Los capetonianos casi habían olvidado el sano hábito de darse un garbeo. Ahora los ves que aprovechan el escaso rato de almuerzo para acercarse a los Company Gardens - esplendidos jardines botánicos – y sentados bajo un imponente magnolio o jacaranda, dan cuenta de una suculenta ensalada de mango y rúcula o un buen plato de arroz cape-malay (un día de estos les hablaré de la comida de aquí, que es muy rica).

Al poco de conocer la noticia de que Sudáfrica iba a ser la anfitriona de estos Mundiales, los habían que recelaban, “Será un desastre… ¿a quien le interesa el fútbol?, tenemos cosas más apremiantes que resolver… ¿y el dinero, de donde va a salir el dinero?”, y cosas por el estilo. Ahora ya no. Son clara mayoría los que se muestran entusiasmados con el acontecimiento. Sobretodo los más jóvenes. Ven oportunidades de trabajo que antes eran inimaginables. Las esperanzas están depositadas en el turismo. Esta industria, ya muy importante en Sudáfrica, generará, dicen, una oleada de empleos. Esto es algo muy a tener en cuenta en un país con una tasa de desempleo que como mínimo, ronda el 40% de la población activa.

¿Y qué dicen los cenizos, de todo esto de los Mundiales? Veamos, porque algo de razón si tienen…
Dale T. Mckinley, periodista del Cape Times, sostiene que el gobierno actual, no sólo hace oídos sordos al problema del paro, sino que además, ataca a los críticos con la actual administración, acusándoles de difamar al gobierno del ANC (Congreso Nacional Africano), al utilizar propaganda racista. El avestruz esconde la cabeza bajo el ala. Al paro al que sumarle el desbocado índice de inseguridad ciudadana. Ya dije antes, que la situación, mejora. Los pesimistas opinan todo lo contrario. ¿Y qué hay de la vivienda, o la sanidad? Miles de sin-techo pululan por las ciudades marginales, las informal setlements. Los hay que se han echado, literalmente, al monte. Los inviernos pueden se muy crudos en el Cabo y los pobres de los más pobres, no tienen más remedio que talar árboles y maleza y de esta manera proveerse de leña para un fuego que les calentará. Debido a esta situación, los bosques cercanos a Table Mountain y el Parque Natural de Cape Point, han padecido incendios devastadores, amenazando la existencia de especies únicas de flora endémica.
El nivel de la enseñanza pública, antaño, la envidia de Occidente, dicen, se ha resentido y mucho. Las escuelas y universidades de la nueva Sudáfrica son multirraciales y multiculturales y eso es muy bueno, pero – atacan los críticos (y puede que algún que otro nostálgico) – en detrimento de la calidad de la enseñanza. Las aulas están al límite de su capacidad y los profesores mal pagados. El Ministerio de Educación se desentiende. Los ricos – la economía marcha tan bien, que les da para presumir de tener el ratio per cápita (un cierto segmento de la sociedad, se entiende), de multimillonarios más alto del mundo - si reciben una muy buena educación porque pueden costeársela en centros privados muy exclusivos. Servicios básicos como el suministro de agua y electricidad, se han disparado. ESKOM, la principal compañía de distribución de la electricidad, cobra tarifas abusivas a los más necesitados, mientras que a la gran patronal le concede generosos descuentos.
La brecha entre ricos y pobres se agranda.
La corrupción, en todos los estamentos, es otra de las lacras. Nadie es inmune; el Gobierno, la Industria, la Cultura, incluso la FIFA. Estos días oyes hablar mucho de la “FIFA Mafia”. Temen que la mayor parte de los enormes beneficios que generen los Mundiales, puedan acabar en cuentas suizas u otros paraísos fiscales. Y es que Sudáfrica – el Gobierno, instituciones financieras y capital privado - ha invertido cientos de billones de rands en el updating de infrastructuras básicas. Se ha modernizado y ampliado la red de carreteras, el transporte público, construido magníficos aeropuertos internacionales, ampliado los puertos de amarre de grandes yates y cruceros, hay nuevos hospitales, zonas residenciales, polígonos industriales, mejorado el servicio de telecomunicaciones. Y todo esto sin mencionar el número de nuevos estadios deportivos y otras instalaciones propias para el Mundial.
Yo prefiero pensar en positivo. A mi alrededor veo mucha gente ilusionada, mucha esperanza y optimismo. Nadie puede cuestionar que estos Mundiales, Sudáfrica los aprobará con nota. Puede que no se luzcan en el campo, los más entusiastas del fútbol tan sólo aspiran a que Bafana Bafana gane uno o dos partidos… Sudáfrica organizó, con tan solo tres semanas de tiempo, unos magníficos Mundiales de Críquet y anteriormente, unos ya legendarios, Mundiales de Rugby. Por cierto, “Invictus” la peli de Eastwood, no ha defraudado pero tampoco ha entusiasmado.